…. ” Atención: tu también puedes pasar una mala noche . No digas que no te advertí 😉 ” ¨
Fue un día muy ajetreado. Demasiados turistas para una ciudad tan pequeña.
El trabajo había sido febril, todas las mesas del “Au bon vivant”se ocuparon en los dos turnos e incluso hubo un tercero.
En la cena tuvieron casi la misma multitud que al mediodía.
El éxito del restaurant se justificaba por partida doble.
La situación en la placita central de la calle principal de Carcassonne era inmejorable, todos los visitantes de la ciudad debían pasar por delante de su puerta en el habitual paseo turístico y, además tenía una fama bien ganada de hacer el mejor”Casoulet” de la zona.
Al fin, Adèle podía descansar de aquel azaroso día. Subió a su habitación en el mismo edificio del restaurante, dispuesta a recuperar las energías con un buen sueño.
Quizás habría sido más relajante un baño,(pensó), pero con una ducha sería suficiente, estaba muy cansada.
Contempló unos minutos la bien iluminada muralla que rodea la ciudad y sus estrechas calles que habían quedado desiertas. El hormiguero diurno había dado paso a una apacible nocturnidad donde algún despistado transeúnte vagaba sin rumbo.
Cayó en el lecho como un fardo, ni siquiera notaba si se había tapado, cerró los ojos pero comenzó a sentir frió, quizás debería colocarse una manta encima pero era incapaz de levantarse a buscarla.
Se acurrucó en la cama tapándose la cabeza, aunque un lateral de la cara quedó sin cubrir y su ojo se fijó en una parte del zócalo de la habitación visible desde la cama. Observó extrañada una pequeña grieta casi a ras del suelo. Estaba segura de haber apagado la luz.
¿Cómo podía ver aquel minúsculo agujero? De improviso apareció un filamento balanceándose de un lado a otro. Parecía la antena de un insecto ¿pero cómo podía apreciar algo tan pequeño desde aquella distancia? ¡Dios mio! exclamó sorprendida, otro hilillo similar había asomado por el mismo lugar.
Las supuestas antenas se movían oteando el exterior de la grieta. Tras unos segundos de inspección surgió una cabeza.
Adèle dió un grito de terror, no se podía mover, el miedo la atenazaba, siguió mirando, y tras la cabeza de aquel inmundo ser emergieron lentamente unas cortas patas que soportaban su alado cuerpo; y al final, unas largas extremidades traseras que había estirado para poder salir y que luego flexionó.
Ya estaba totalmente fuera del agujero. Una enorme y repugnante cucaracha de color marronoso, mate y sucio.
La aterrada joven no pudo soportar el asco y el espanto de aquella visión. Intentó saltar de la cama pero no pudo, estaba totalmente inmovilizada por el terror.
Gritó: ¡Socorro, madre, madre! Pero nadie contestaba.
No quería mirar, pero algo la impulsaba a seguir observando las rápidas y cortas carreras del animal por el suelo del dormitorio. Parecía que tomara las medidas del mismo.
Adèle seguía clavada en la cama, presa de pánico.
En pocos segundos otra repelente compañera de la anterior hizo su aparición en la grieta y comenzó a desplazarse con rapidez.
– Por favor, que alguien me ayude, no puedo salir.- Gritaba, llorando y chillando como una posesa, pero aquella fuerza sobrehumana la sujetaba contra la cama sin dejarla salir; solo gritar.
Una tercera visitante salió directamente del agujero sin detenerse a inspeccionar; parecía que el paseo sin problemas de sus congéneres anteriores le había dado confianza y seguridad.
Mientras las tres repugnantes aladas correteaban cruzando de un lado a otro, una cuarta salió a toda velocidad y detrás una quinta.
Continuaban saliendo una tras otra, como si un enorme batallón de insectos estuviera preparado esperando para salir cada vez con mayor rapidez.
En pocos minutos el pavimento de la habitación estaba cuajado de rápidas y silenciosas cucarachas.
Algunas comenzaron a subir por las ropas de la cama que rozaban el suelo.
Adèle consiguió mover su cuerpo intentando salir, pero solo pudo destaparse un poco, sentía un calor húmedo terrible y unas ganas incontenibles de orinar.
La cama estaba poblada de innumerables insectos que alertados por el movimiento de la joven quedaron inmóviles, esperando de nuevo la quietud del lecho.
Instantes después toda la bandada volvió a su febril actividad comenzando a introducirse entre las sábanas.
Adèle ya no pudo contenerse más ante aquel espectáculo y vació por completo su vejiga empapando la cama, y al instante ella misma quedó encharcada con sus orines.
En el colmo del espanto, una correteó por su cara y aprovechando que tenía la boca semiabierta se introdujo entre sus labios. En un impulso para evitar que entrara en la garganta, una fuerza interior le instó a apretar los dientes reventando a la intrusa.
Un nauseabundo sabor se extendió por su boca al tiempo que con un terrible grito saltó de la cama dándose manotazos intentando arrancar las abundantes cucarachas prendidas por todo el cuerpo y chillando con verdadera locura.
En aquel momento se encendió una luz y apareció su madre, muy espantada.
– Hija, hija¡Por Dios! ¿qué pasa, porqué gritas de esa manera, estabas soñando?-
Adèle rompió a llorar en un acceso de nervios, mientras contemplaba la placidez de su habitación donde no había rastro de ninguna cucaracha; ni hacía calor húmedo, ni frio, ni había pasado nada.
Un saludo
Angel Denic