MILAGRO EN NAVIDAD

Y yo, ¿cómo lo veo? - my blog

David estaba sentado en un banco mirando sin ver el bullicio de gente cargada con paquetes y bolsas, que deambulaba por el Paseo de Gracia. Solo faltaban tres dias para Navidad.
Estaba inmerso en su terrible problema, y esperaba unos minutos, quizás para darse ánimo antes de intentar el último recurso.
Tenía delante el soberbio edificio que albergaba las oficinas del poderoso D.Gonzalo Arias.
No conocía a aquel hombre, solo sabía que poseía un sinnúmero de empresas, y una vez alguien le había dicho que era una buena persona.
¿Cómo y cuándo había decidido dar el paso que iba a dar? No le importaba, ya había agotado todas las posibilidades y solo le quedaba una esperanza: “Aquel hombre”
Al final se decidió, subió a la tercera planta y con cara de gran preocupación entró en las oficinas. Se dirigió a la recepcionista.
   – Buenos dias, quiero hablar con D.Gonzalo Arias.
   – El señor Arias está en una reunión, dígame de que se trata y le puedo dar cita para otro momento, hoy tiene el dia completo.
   – Es un asunto particular, pero muy urgente, no puedo esperar a otro dia.
   – Le digo que está ocupado. Si no tiene cita, y no la tiene, no puede hablar con él.
   – Muy bien, ahí me sentaré – dijo señalando un sillón – y esperaré lo que haga falta.
   – Pues quédese ahí – dijo enfadada la secretaria.

Un par de horas después unas personas abandonaron el despacho de D. Gonzalo. La secretaria dejó su puesto, sin dejar de observar al hombre que seguía inmutable en el sillón de recepción, y llamó a la puerta.
   – Adelante – se oyó desde el interior.
La secretaria, algo nerviosa por la insistencia de aquel individuo, abrió la puerta y entró.
   – Señor Arias, hay un hombre en la entrada que quiere hablar con usted. Dice que es un asunto particular y que no le conoce, pero que no se irá sin que le escuche. Le he dicho que no puede ser, pero se ha sentado y no se quiere marchar.
   – Está bien, no te preocupes, hazle pasar.
El hombre, vestido con ropa muy sencilla, un abrigo similar, mal afeitado y ojeroso; se presentó ante D.Gonzalo.
   – ¿Quién es usted, qué quiere?- preguntó con cara de pocos amigos, molesto por aquella irrupción en las oficinas.
   – Perdóneme señor por presentarme de esta forma, pero no podía esperar un dia más. Me llamo David Sanjuan, tengo veinticuatro años y enseño boxeo en un gimnasio.
El hombre quedó en silencio, como si hubiese terminado de hablar y no supiera cómo seguir.
   – Está muy bien, pero ¿qué quiere, a qué ha venido?
   – Tengo un problema que solo usted puede resolver. Le estaré agradecido de por vida, haré cualquier cosa que me pida. Volvió a quedar estático y en silencio. El empresario se impacientaba por momentos.
   – Pero ¡hombre, decídase! hable de una vez.-Ordenó.
unas lágrimas afloraron en los ojos del desconocido.
   – Tengo una hija de cuatro años, con una enfermedad degenerativa y necesita un transplante de córnea con una técnica pionera que solo pueden hacerla en Boston. El especialista que la trata aquí, me ha dicho que no hay otra solución y tal como está de avanzada la enfermedad, es cuestión de dias; más tarde será irremediable. 

David, con los ojos anegados por las lágrimas, pero sin un sollozo, se arrodilló, rogando:”Por Dios D.Gonzalo, ayúdeme”
El hombre se levantó del sillón como lanzado por un resorte, cogió a David por un brazo y lo levantó de un tirón.
   – Vamos hombre, ¡levántese! -casi gritó- yo no soy Dios. Tranquilícese, solucionaremos el problema. Ambos quedaron de pie, mirándose a los ojos.
   – A ver ¿Qué necesita?
   – Es mucho dinero…ciento cincuenta mil euros… Pero aunque sea poco a poco se lo devolveré.
   – No hace falta que me devuelva nada. No se preocupe. Solucionemos lo que podamos y punto. D.Gonzalo pulsó el interfono.
   – Gloria, venga por favor.
La secretaria se presentó al momento.
   – Dele un talón de veinte mil euros al señor David, encárgese de contactar con las personas que le indique y que carguen todos los gastos médicos a mi cuenta personal. Y usted David, dele a Gloria los teléfonos para que contacte con quien haga falta. De nuevo se dirigió a David:
   – Ese dinero es para preparar el viaje, si necesita más, acuda a Gloria, ella sabrá qué hacer. Vamos, “vuele” y téngame al corriente de todo.
David se despidió emocionado, y siguió a Gloria a su mesa .
Le facilitó el número del doctor que se ocuparía de las gestiones para llevar adelante la operación en Boston y recibió el cheque que guardó en su cartera; sin estar seguro de vivir un sueño, de si asistir a un milagro, o si como era en realidad, el azar le había hecho tomar la decisión de hablar con la persona adecuada.


Salió de las oficinas como un sonámbulo, y quedó un momento paralizado en la calle. De repente comenzó a correr, sin parar hasta llegar a casa; abrazó a su esposa y entre sollozos musitó:
   – Lo tenemos… tenemos el dinero, podemos llevar a la niña a Boston.
La mujer no daba crédito a lo que oía.
   – ¿Cómo es posible, qué ha pasado?
   – Ya te lo explicaré.
Y quedó abrazado a la mujer largo rato, intentando asimilar lo ocurrido, en absoluto silencio. 

FIN

Angel Denic

¿ Te imaginas que fuera realidad ?

Feliz Navidad

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *