Marcos dejó su Volvo en el aparcamiento subterráneo y subió por la escalera a recepción. Siempre que entraba en aquel edificio se sorprendía. Los ascensores llegaban sólo hasta la planta baja ¿en qué estaría pensando el arquitecto?
Entró en uno de ellos y se situó en el fondo. Le quedaba un buen rato. Iba al piso 20. Entraron varias personas y comenzó el cierre de puertas. Alguien desde fuera gritó: ¡Esperen, esperen! uno de los ocupantes sujetó la puerta, que de inmediato se abrió, la mujer entró y la puerta cerró de nuevo.
Clara aceleró el paso al observar que uno de los ascensores comenzaba a cerrar puertas. Al final dio una pequeña carrera al tiempo que gritaba: ¡Esperen, esperen! alguien sujetó la puerta, entró, dio las gracias y, le dio un vuelco el corazón. Al fondo del ascensor, una cabeza sobresalía de las demás. Él estaba allí. Marcos, su exmarido.¿ La habría visto?– Pensó, dudosa.
Aprovechó que iba hablando por el móvil, hizo un giro, quedó mirando hacia la puerta y continuó disimulando. No sabía cómo reaccionaría. ¿Qué haría él, le hablaría? y ella ¿respondería? Los números de los pisos se iluminaban con pasmosa lentitud. Quinto. Se abrieron puertas, salieron tres personas, se apartó, y las dejó pasar sin volver la cabeza, no quería mirar detrás. Siguió hablando por el móvil.
Piso 11. Salió.
Durante once pisos, habían pasado por su mente: recuerdos felices, momentos muy duros, palabras de amor, de odio, ternura, agresividad. Se decidió. Pidió paso y también abandonó el ascensor. Apretó el paso y pronunció con fuerza, el nombre que durante cinco años había invadido asiduamente su corazón: ¡Clara,Clara!
Ella oyó la voz, aquella llamada tan deseada por tanto tiempo. Se detuvo temblando, y giró el cuerpo. Quedaron muy cerca. Tanto, que la agarró por los hombros con suavidad, cruzaron las miradas sin mediar palabra y se fundieron en un abrazo.
Un saludo y feliz navidad
Angel Denic
